miércoles, 26 de marzo de 2008

Edipo Güey ¿Una tragedia griega?

26-febrero-2008

Es muy probable que en algún momento de nuestras vidas hayamos llegado a escuchar sobre Edipo el  Rey, su tragedia, y muy probablemente, sobre el famoso complejo que Freud confeccionó bajo tal nombre. Es una de esas cosas que uno debe saber por cultura general tarde o temprano,  y cuya trágica historia no deja de atraparnos sin importar cuantos años más o menos hayan pasado desde que Sófocles la elaboró.

Edipo es el mítico soberano de Tebas que, sin saberlo, asesinó a su padre y desposó a su madre. La historia más o menos sucede así: Yocasta y Layo, reyes de Tebas, reciben advertencia por parte de un oráculo de no tener hijos, puesto que de ser así, uno de ellos se convertiría en matador del padre y esposo de la madre. Tal aberrante aviso no detiene a los esposos y cuando les nace un niño, deciden evadir al destino mandándolo matar. Por piedad del asesino responsable, el niño no sufre la suerte predicha, sino que crece sano y fuerte bajo la protección de una pareja de la ciudad de Corinto y con el nombre de Edipo. En resumen, Edipo descubre la profecía y huye de su hogar para evitarla, iniciando una nueva vida en Tebas donde, efectiva e irónicamente, mata a Layo y desposa a Yocasta. Cuando más tarde se hace conocer la verdad, Yocasta se ahorca, Edipo termina por sacarse los ojos, huyendo hacia destinos inciertos y desconocidos.

Milenios después, nos encontramos ahora. Probablemente Sófocles hubiera encontrado inaudito que su obra se estuviera presentando en quien sabe que rincón del mundo, bajo el nombre de “Edipo Güey”. Pero así son las volteretas de la cultura. Mario Cantú Toscano, dramaturgo originario de Monterrey, es el autor que tergiversa el hilo original de la tragedia en… ¡una comedia! (Si, Sófocles, ¡así como lo escuchas!) Una comedia que retoma la esencia de las temáticas con un nuevo sabor: el poder, el destino, la falta de ideales…

La idea general de la trama se conserva. Sin embargo, en esta versión de la obra hallamos a una Yocasta y a un Edipo que continúan juntos a pesar de encontrarse conscientes de sus injurias, encontramos a un círculo de poder definido y conspiratorio que busca por sus propios intereses, pero que, a fin de cuentas se une por la comunal necesidad de que Edipo concluya la historia como debe ser (¡al menos eso!, diría el autor) sacándose los ojos. Claro que en este ambiente de historia dislocada, Edipo se niega a hacerlo. ¿Por qué lo haría? Sólo a los griegos se les ocurre culminar de semejante forma la vida de un hombre que no ha sido más que victima de casualidades y accidentes. El miedo a la oscuridad y al dolor lo dominan. Después de todo, no hay razón para cegarse si se tiene en cuenta el cinismo con el que vivían Yocasta y Edipo su incesto. De repente la mujer pretextaba “Hoy no tenemos sexo, ¡hoy soy tu madre!” Pero si de conseguir algo se trataba, no dudaba en ejercer sus artes libidinosos para el propósito.

Las disputas por el poder en esferas muy limitadas, los intereses vestidos para el pueblo de otro color, el cinismo de las relaciones sociales en la actualidad y ¿por qué no? el sentido de destino que se nos asigna tanto como el que nos asignamos, los accidentes, las casualidades…esas cosas de la vida que la hacen más interesante. Todas ellas temáticas que nos involucran como ciudadanos y personas de México y el mundo, que dan sentido a la narración y nos identifican como espectadores en un contexto totalmente distinto, pero con aires indiscutiblemente familiares.

Sobresaliente resulta la actuación del joven Ramón Verdugo, quien interpreta al personaje principal y con sucesivos soliloquios en cronología retrospectiva y recurrente describe a los puntos coyunturales de su desgracia. Entre él y Cristóbal Dearie, quien personifica a Tiresias, el viejo vidente, se reparten la mayoría de las risas y los aplausos. La puesta en escena es medianamente cómica y la presentación del contenido no es tan fructífera como se desearía, pero en general hace amena la noche y promueve la indagación literaria, lo cual merece felicitaciones sinceras. “Edipo Güey” saca del librero a un clásico de la tragedia griega y lo reviste ante la sociedad tijuanense, a un módico precio y una variedad de fechas. Sobre todo, cabe mencionar que todo el elenco es originario de Tijuana y que la mayoría son estudiantes de la Escuela de Artes de la UABC. Esta comedia tijuanense-griega sienta el nivel artístico y educativo de la región, demostrando que efectivamente, Tijuana hace Teatro y vale la pena estimularlo.